Carta a un imposible
Querido señor Darcy,
Gracias a usted es que he tenido mi romance de siglo XIX en pleno siglo XXI, un siglo deshumanizado, desfasado, desglosado, segregado… un siglo terrible. Usted es la razón por la cuál no he perdido mi fe en los hombres, en el género y tampoco en el amor. Usted se ha convertido en mi hombre perfecto, en el caballero que siempre soñé, en aquel que nunca me defraudará.
Usted, como ya le hubiera expresado antaño es la fantasía y necesito conservarlo así, perfecto, infalible e inalcanzable, pero de alguna manera real. Cuando pierdo todas las esperanzas, cuando me siento despedazada en el interior, entonces y sólo entonces es cuando el recorrido de dieciséis minutos de mi casa a su hogar hacen que recobre la cordura y la tranquilidad. Le parecerá un tanto obsesivo esconderme tras de un árbol, con la esperanza de verle entrar a su casa, pero el simple hecho de estar ahí, de saber que usted duerme, sueña, habita, vive, existe y es real, hace que mi corazón se vuelva a cobijar en un sosiego inexplicable, y no, no pretendo volverme a cruzar con usted, porque en ese momento la idealización se derrumbaría. Y ni siquiera es tanto el hecho volverle a ver, si no el de no perder la fe y la esperanza de que en el mundo existen hombres como usted y es entonces que siento que el mundo y el tiempo no pueden ser tan malos. Usted me alimenta la razón, la esperanza y la ilusión. Usted se ha convertido en mi utopía romántica. Usted, es mío y solo mío en mi mente y en esta concepción sépase perfecto y aunque solo sea para una sola persona, usted de verdad lo es. Y yo le amo, solo por estar aquí y ahora.
Y adoro saber que usted existe, que la fantasía anda por el mundo, caminando. Siendo usted.