Carta a un ausente

Señor,

¿Porqué diablos se hace usted el indispensable? ¿Porqué porqué porqué? Luego no puede uno vivir agusto, así extrañándole como se le extraña, y es que hay veces que hasta duele, porque se siente como el pedacito de corazón que ahora usted posee palpita desde lejos, y duele, señor, eso duele mucho. Sobre todo cuando es de noche y hace frío y estoy sola en mi cama, o cuando sale el sol y amanece, abro los ojos y usted no está ahí, abrazándome. Esas poquitas y últimas veces que dormí con usted hasta parecen un sueño, quiero volver a sentirlo así para saber que sí fueron de verdad. Le quiero y lo quiero arriba de mí y abajo y a un lado y al otro. Le quiero en mi abajo y quiero también bajarme al suyo. Que le extraño, Señor ¿Qué no lo entiende? Y todo, todo eso, nomás porque le amo.

Suya.